la gallinita ciega
lunes, 4 de febrero de 2013
Juego infantil con varios participantes en el que a uno de ellos se le asignará el papel de Gallinita Ciega vendándosele los ojos con un trapo o pañuelo opaco. Una vez cegada su visión, el resto de participantes le dan varias vueltas con el propósito de marearlo y es entonces donde comienza la persecución del resto de participantes por parte de la Gallinita Ciega. Durante la fatigosa persecución, el resto de participantes tratan de despistarla y confundirla con gritos y algarabías varias, algunos incluso aprovechan para zancadillearla impunemente. Es evidente la dificultad que entraña para la Gallinita el dar con algún otro de los participantes, aun así, ocasionalmente, la Gallinita Ciega acierta a dar con alguien a derecha o izquierda, pero una vez cazado alguno de los participantes, este queda fuera del juego y todo vuelve a empezar, vendando, mareando y despistando a la Gallinita mientras el resto de participantes disfrutan del jolgorio y el despiporre.
Pobre Gallinita Ciega nuestra, ¿no sería hora de que nos deshiciéramos de ese pañuelo opaco? Este es el típico caso en el que algo ha funcionado así durante “toda la vida” y no se plantea que hay otras maneras de que funcione mejor. Miembros de Transparencia Internacional se reunieron con algunos de nuestros representantes políticos con la intención de desarrollar una ley sobre transparencia, y la respuesta de los políticos fue que demasiada transparencia no era buena porque la ciudadanía no está suficientemente formada para entender y asumir ciertas cosas. Si bien hay que reconocer el esfuerzo que hacen por volvernos ignorantes dificultando la educación pública de calidad y facilitando la telebasura, lo que es inaceptable es que se sientan más capacitados que nosotros para gestionar nuestro dinero, nuestros impuestos, nuestros servicios, nuestros barrios… Porque no hay mejor manera de luchar contra la corrupción que el garantizar que la información sobre cualquier gasto público esté al alcance de cualquier ciudadano a través de internet. ¿O acaso no se lo pensarían dos veces a la hora de hacer gastos superfluos, mariscadas, enchufes, si supieran que automáticamente serán publicados por ley en internet?
Intentan marearnos, nos dan vueltas, nos ponen un pañuelo opaco, nos zancadillean mientras disfrutan de su jolgorio y su despiporre. Así ha sido toda la vida y así lo hemos tragado. Que no nos mareen, hemos de estar lúcidos y centrados, tener claros los objetivos. Uno debería ser el poner a gobernar solamente a gente íntimamente comprometida con la transparencia. ¿Lo hacemos?
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