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el discreto olor de la podredumbre

viernes, 1 de febrero de 2013


Todo empezó en Valencia, la tierra de las flores, de la luz y del vivero de votos. En medio de la locura de la construcción los millones volaban como mariposas salvajes a ritmo de pasodoble. Entre copa y paella, cruz y raya se fueron forjando grandes amistades. A los amigos del alma ya se sabe, se les concede contratos a dedo, adjudicaciones varias, licitaciones en tiempo récord... "por ti lo que haga falta, amiguito del alma". A cambio tan solo había que dar las gracias con algún que otro traje de Armani, bolsos de Loewe, algún cochecito por aquí, alguna noche de pasiones inconfesables en algún selecto meublé de la capital... tonterías... simples gastos de representante... nimiedades comparadas con los beneficios recibidos.

Ni siquiera era necesario esconderse demasiado, ya que los amigos controlaban la televisión autonómica y buena parte de la prensa, además ¿para qué esconderse? ¿no se hace lo mismo en Mallorca? ¿no es igual que en Madrid? ¿no es verdad, ángel de amor, que en esta apartada orilla nos siguen votando igual? Pero hombre ¿qué necesidad hay de disimular cuando hasta el mismísimo yerno del Rey es uno de los nuestros? Además ¿acaso no os lo hemos dado todo? ¿no os hemos traído la Fórmula 1? ¿un aeropuerto en Castellón y una ciudad de las Artes y las Ciencias ocultas de presupuestar que es el pasmo y maravilla del mundo? Si hasta Julio Iglesias ha comido en nuestra mano, si hasta el presidente no se cansa de decir que somos lo mejor de España, el ejemplo a imitar, la pauta a seguir y que siempre estará a lado de nuestro Paco, o si no detrás, o delante, o abajo, Paquito el chocolatero de mis entretelas...

Así pues, empezaron a correr los millones a tal velocidad que ni los asientos contables ni las leyes de la física los podían seguir (y no digamos las leyes del código penal). Tanto era el frenesí, tan bestia era el subidón que hubo que mandar al tesorero para conducir el flujo de capital hacia la capital, pero ni por esas... habría hecho falta un ejercito de barreneros para crear un canal por donde cupiera el progreso y la riqueza que se estaban generando. Era tanta la magia en Valencia que hasta en las depuradoras la mierda se transformaba en oro. Se repartía y se repartía y nunca se acababa, había para todos y daba para todo: Champán y mujeres, traductoras rumanas, viajes de lujo, joyas, coches... El fontanero trataba de hacer su trabajo y no paraba de repartir sobres, pero pobre infeliz, habría necesitado un millón de estancos para comprarlos. Así pues se impuso el pragmatismo: hubo que invertir en el extranjero y abrir algunas cuentas en algún que otro paraíso fiscal, mientras se repartían más y más sobres para ganar favores, tapar alguna que otra boca, aquietar alguna que otra conciencia y premiar a los buenos amigos. 

Era tanto el aroma del parné, ese tufo dulzón a papel verde arrugado que se te mete en las venas, que nadie parecía darse cuenta del olorcillo que empezaba a impregnarlo todo. Y es que se empezaba a notar un cierto aroma agrio en el ambiente, como si alguien no se hubiera duchado después de un partido de pádel y tratara de ocultarlo con una dosis triple de perfume francés. Sin embargo todos estaban tan dopados que nada importaba un comino fuera del subidón. El mensaje era “somos la hostia”, nos forramos y nos votan ¿por qué? porque somos la hostia; viene el Papa a vernos ¿por qué? porque somos la hostia; ese día se matan cuarenta o cincuenta desgraciaos en el metro y no les damos una puta explicación a nadie, ¿por qué?... ¿por qué va a ser? porque nos votan, porque nos forramos, porque somos la hostia y nos lo merecemos todo; y por eso llevamos 17 años al pie del cañón ¡Coño!

Y así es como el orgullo ciega a los hombres, las mentes se obnubilan y los ojos no ven donde se pisa. De repente un día viene la crisis y el dinero se para. Se muere la construcción y se extinguen los jubilados que miraban las obras. Entonces se para el tiovivo y los que estaban dando vueltas tiene que bajar a pisar el duro suelo. Ahora toca explicarle a la gente que ya no hay dinero para el profesor sustituto de lengua de su hijo o porqué su abuelo va a tener que pagar la receta, o que usted, querido votante, se va a jubilar sin pensión... y entonces es cuando empiezan los problemas: un día se pisa una caquita de perro y la gente ya no mira hacia otro lado; al día siguiente otras dos y el personal se tapa la nariz; un buen día metes el pie hasta el tobillo en un soberano truño de elefante y se arma la de San Quintín. Un día juzgan a nuestro Paco y aunque sale inmaculado nos toca mirar a otro lado porque la mierda con Armani no huele bien, otro día es el yerno del Rey el que ya no huele a rosas y poco a poco ya no hay colonia que disimule este pestazo. Los pasos se convierten en traspiés, los traspiés en patadas y las patadas en coces... los sobres desaparecen y aparecen en oscuras murallas, el tesorero imputado canta la traviata y la mierda sale a chorros del televisor. Y de repente estamos de excrementos hasta el cuello y preguntándonos como hemos llegado a esto... si lo único que hemos hecho ha sido votarlos todos estos años.

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