burrania

Burrania es un país que no existe, bueno, existió hasta ayer. Es un país que ha tenido solo unos pocos días de vida (te parecerán muchos si fuiste uno de sus ciudadanos). Su moneda oficial era algo más cara que el euro y con ella solo podías comprar alcohol y refrescos y alguna cosa más si estabas muy ‘desperado’. En Burrania las cosas no funcionaban muy bien, la basura se amontonaba, el olor a pis empezaba a ser muy molesto, los horarios no se cumplían, el parking a una hora andando del recinto,... Ah!, se me olvida lo más importante, Burrania es un país creado para celebrar un festival de música, un festival que con solo dos años de vida se ha convertido en un bebé gigante y llorón al que se le han quedado pequeños los pañales y hasta la cuna. 

Como decía hay cosas que no funcionan muy bien en este País, el territorio sobre el que se asienta está superpoblado, los accesos son insuficientes, los conciertos se suceden con orden hasta que el orden desaparece y las aglomeraciones causaron algún que otro agobio.

Pero empecemos por el principio, por el Jueves, con un cartel que reservaba la mejor hora no para unos míticos Charlatans si no para la dulzura de una Russian Red vestida de gala. Y es que éste no es un festival pensado para vecinos de Manchester en vacaciones, si no para el gran público indie Español, que por cierto, existe. Y de ello nos dimos cuenta al día siguiente Viernes, cuando unos enormes Vetusta Morla desbordaron y fueron coreados como hasta ahora solo se coreaba a Alejandro Sanz, a 'el Canto del Loco u otros subproductos de la industria musical española. Que luego aún quedaran Scisor Sisters y Vive la fete por salir fue algo increíble. 

El sábado un cartel confeccionado puramente con estrellas de ese firmamento indie español rematado con la guinda de unos Rinocerose que dieron la talla que Love of lesbian no supo dar. Pero si había público para darlo todo en los conciertos aún había más para bailar con los DJ’s, eso si que nos gusta, y de DJ’s el festival ha ido pero que bien servido, y si no que se lo digan a los que intentaban dormir en las tiendas de campaña.

El domingo parecía que Burrania ya no podía más, que sus habitantes no aguantarían otro día más de juerga y desenfreno pero para eso precisamente sirvió el giro del cartel hacia el flamenquito, la pachanga, el ska y todo lo que también nos gusta, porque en el fondo nos gusta todo. Nació la gran Rana Mariana, salieron los Cantecade Macao, inventaron un país y dejaron el pabellón muy alto, luego salió La Pegatina, cogió el pabellón, lo lanzó al aire, se lo comió con patatas y nos lo metió a todos en vena con el concierto más memorable del fin de semana. Eso no era saltar, era la guerra. Una guerra pacífica nacida del cansancio y la euforia que nos remató a todos a base de congas, abrazos, besos, empujones y manteos  que acabaron con el País, un país que volverá a nacer al año que viene si la desorganización y la paciencia de sus santos vecinos de Burriana no lo impide.