Escribir
estas líneas me crean mala conciencia, así que he de comenzar por una
confesión: no se nada de reggae. Aún así el año pasado, al recibir al Rototom Sunsplash
en nuestras playas y pasar un par de noches en el recinto, pude
comprobar que todos los festivales no son iguales. La forma con la que
los organizadores afrontan el evento y con la que los participantes
encaran la vida marca grandes diferencias: espacios de relax y descanso
para todos, convivencia de niños y ancianos con los jóvenes, un respeto
muy serio al medio ambiente… el consumo queda supeditado al buen
ambiente, la concordia, la solidaridad y el compromiso.
En
medio de escenarios de reggae, ska, dub... la mente se te llena de
impulsos y sensaciones propias de espacios de reflexión. Un ejemplo: en
medio de un concierto me estaba bebiendo una cerveza al ritmo pausado y
constante que me proponía el grupo, rodeado de cientos de personas que
sin saberlo me estaban enseñando a bailar reggae. Al terminarme la
cerveza mi primer impulso fue tirar el vaso al suelo, como he hecho
tantas veces en otros festivales. Sin embargo, a mi alrededor, en medio
de tanta gente en trance con la música que escuchaban, no había ni un vaso, ni papel, ni residuo…
el espacio del concierto estaba impoluto por la conciencia de toda
aquella gente que me rodeaba, conciencia que se me impuso no como algo
deseable sino como algo imprescindible. Si comprendes que no puedes
tirar un plástico al suelo, lo comprendes para siempre, estés en un
monte o en un concierto.
Los
debates sobre lo que veíamos y oíamos, sobre lo que sentíamos, se
reprodujeron toda la noche. Éramos como unos turistas adentrándonos en
un mundo fascinante que desconocíamos y donde todo el mundo nos recibía
con una sonrisa en los labios. Sentir que no te tratan como un cliente o consumidor es desconcertante. La experiencia de aprender cosas nuevas,
algo que a veces olvidamos, es arrebatadora y energética, te limpia por
dentro, te devuelve la mirada de niño que hace años tuvimos.
Este año vamos a más, a más días, a más grupos, a más oferta… el festival crece y crece de manera sostenible:
energías renovables, gestión autónoma de residuos, reducción de
emisiones de C02, consumo de productos e infraestructuras locales (km.
0, productos que hacen el mínimo de kilómetros posibles desde su origen
al consumidor final)… Alguien puede pensar que eso no importa en un
festival, que lo que importa es que los grupos le gusten y poco más. La
calidad de los grupos está fuera de toda duda, pero el ambiente que se
respira al entrar es la suma de todos los objetivos e ideas que se
defienden desde el Rototom Sunsplash. No sería posible sentir todo lo
que sentí al entrar, si no se transmitiera que lo que importa en este
festival es que te sientas a gusto contigo, con el resto y con el
entorno.
Puede
que no lo entendáis, y hay dos motivos: el primero es que el que
escribe es muy limitado; el segundo es que aún no habéis cruzado las
puertas de un festival que (rezamos) ha llegado para quedarse. Y todo
esto sin saber nada de reggae.
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