La transparencia y tú

Ya llegamos a la gran ciudad, tan solo estirando el pescuezo ya se ve, a lo lejos, la mancha de cemento y humanidad que se extiende sobre el suelo. Y sobre la misma ciudad, otra mancha, diferentes tonalidades de marrón le quitan al aire de la ciudad su transparencia característica. Este aire, falto de transparencia, sobrado de polución, no es bueno para la salud: provoca problemas respiratorios y contiene ciertas partículas cancerígenas; pero tampoco es bueno para el espíritu: dificulta la visión de las estrellas de noche y de las tonalidades azul del cielo de día. Sin embargo, llegamos a casa finalmente y abrimos el grifo, qué gozada, qué lujo, brota el agua. Desgraciadamente es un tanto turbia, no potable, está falta de transparencia.

La transparencia es buena, no sólo en el agua y el aire, sino también entre las personas. Transparencia significa confianza, falta de engaño, carencia de hipocresía, pero entre personas solo funciona así si hay reciprocidad.

Nosotros somos transparentes con nuestros gobiernos por ley, no hay secreto que se les resista, dónde vivo, el número de tarjeta de crédito, de móvil, lo que pago de hipoteca, cuántos hijos tengo o si soy socio de Greenpeace… eso sí, todo sin molestarnos apenas, que no se note, para que se note ya tenemos los registros que nos hacen en los aeropuertos, nos pueden toquetear y hasta olisquear nuestra ropa interior (si tenemos suerte lo harán sin que ni siquiera estemos delante de nuestro equipaje, así, al menos, resultará menos bochornoso).

¡Y sin embargo qué poco transparentes son nuestros gobiernos con nosotros! Llega un australiano con aspecto taciturno, rebela unos documentos escritos por funcionarios estadounidenses sobre conversaciones de interés nacional y van y lo meten en la cárcel porque se le rompió un condón follando. Secretos, secretitos, ¿por qué los funcionarios que trabajan para nosotros, como pueden ser Fabra o Zapatero, tienen derecho a guardarnos secretos? A veces arguyen que es por seguridad, otras veces que por eficiencia… me cago, lo más eficiente democráticamente hablando es que tengamos a la distancia de un clic de ratón los movimientos de los políticos que trabajan para nosotros: sus salarios, sus gastos, sus currículos, sus movimientos, sus motivos, sus excusas… sólo así podremos juzgarles con capacidad crítica.

Para acabar, metiéndonos en temas más locales, reconoceremos que en Castellón somos especialmente listos. No nos importa que el cielo esté sucio, pues mirar las estrellas todo el mundo sabe que es improductivo e inútil; compramos agua embotellada porque una chica muy linda y pagada por Font Vella sale por la tele diciendo que es lo más saludable; y votamos a Fabra porque lleva gafas oscuras, con lo que hace evidente su opacidad, y es que, pedirle transparencia a los políticos exige rigor y esfuerzo por parte de la ciudadanía, así que mejor seguimos votando a Fabra quien con sus lentes ya nos lo dice todo: no vale la pena que perdáis el tiempo ni en preguntar.