no sólo maravillas

Los saben los hombres de circo, lo saben los maestros pirotécnicos, y al parecer también lo tienen claro los que organizan en FIB: lo mejor para el final, el más difícil todavía. Fueron Arcade Fire los responsables de elevar el listón al infinito y de hacer olvidar la barraca de feria en que se está convirtiendo el FIB. Con el concierto de anoche, Arcade Fire escribió una nueva página en el libro de la historia del festival, compartiendo honores con grupos como Muse o Franz Ferdinand. Con una decena larga de himnos bajo el brazo, Arcade Fire los fueron intercalando con la intensidad que le exigían a voz en grito 50000 almas cautivas y desarmadas. No hubo partido, el público se rindió desde el primer acorde. La banda, repleta de genios y locos a partes iguales, no dejó ningún cabo suelto, exprimió todos y cada uno de los sentimientos   que fue capaz y no paró hasta robarnos las lágrimas y la voz. A cambio nos llenó la memoria de recuerdos: si alguna vez quisieron convertirse en una banda mítica, pueden replantearse los objetivos porque ya lo son.

Justo antes Portishead nos había dejado con las almas en vilo. Nos hicieron recordar que todo esto iba de música y solo de música. La ejecución de constante perfección de Beth Gibbons no es fría y calculada, lo brillante es que es una perfección emocional y desgarrada, ausente del espacio y del tiempo. Les sobrabamos todos. Ellos dos tocan y cantan como si estuvieran solos en el mundo y eso te hace participar de un voyerismo inquietante y sensual. Gibbons se deshace frente al micro y tú tienes dos opciones: o entras en sus tempos imposiblemente lentos y elegantes o despídete. No entienden de concesiones a la galería.

Artic Monkeys pueden tomar nota de todo lo que pasó ayer. El sábado fueron engullidos por la energía y la experiencia de Primal Scream, que dicho mal y pronto, se los comieron con patatas. Incluso Lori Meyeres estuvieron a la altura de los supuestos cabeza de cartel. Los granadinos se han hecho mayores (artísticamente) y han acumulado un saco de temazos que nos lanzaon a la cara con el compromiso y la seriedad de los que se han ganado los seguidores uno a uno. En el final del concierto no nos dieron tregua, ni un respiro. Si siguen creciendo de esa manera, algún día se merecerán no tener a nadie por encima un sábado cualquiera en el FIB. ¿Es posible un cabeza de cartel español con el nuevo rumbo que ha tomado el festival?

Mención aparte merece un músico gigante que no llenó pero encantó; quienes lo vivieron no lo podrán olvidar: Johann Strauss sigue desperando pasiones 100 años después. El Danubio Azul cerró el escenario Maravillas dejando en la retina las imágenes más surralistas del fin de semana. 200 personas bailando ballet alrededor de un chico dormido al que levantaron en volandas. Quizás pronto veamos algo en youtube.

Lo grande del Fib, lo impagable y hermoso, es que durante 17 años nos ha permitido ver en directo a grupos y músicos espectaculares, enormes, geniales... la lista de nombres que han tocado en Benicásim y que nunca (nunca) lo hubieran hecho de no ser por el festival es infinita. Pero eso no significa que tengan un cheque en blanco y que se lo perdonemos todo. Cada vez parece más una fiesta extra de un viaje final de curso. La feria, el horario a 5 euros, el precio de la entrada, las lamentables copas a 7,5 euros, los disfraces, las caras pintadas, los personajes, los hooligans, los dj´s sin criterio... no solo de Maravillas vive el FIB y este año Arcade Fire ha salvado la papeleta... pero no hay tantos grupos en el mundo que te levanten por sí solos 3 días de conciertos.