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óxidos

domingo, 23 de septiembre de 2012



Esta semana hemos sabido que la estatua del aeropuerto de Castellón, ese del que aún no ha despegado ningún avión, ha comenzado a oxidarse. Juan Ripollés explicó que material usado, el acero corten, tiene esa característica estética y su oxidación no tiene que ver con su degradación. La noticia, de poco alcance y mucha vergüenza, ha sido cubierta por El Pais, La Vanguardia, ABC, Las Provincias, El Mundo, la agencia EFE... En el inconsciente colectivo nacional hemos colocado una imagen imborrable y esperpéntica de Castellón: todo lo relacionado con el aeropuerto, la estatua o la infausta saga política... nos acompañará para siempre. Los que habéis salido de la provincia estas vacaciones y habéis tenido el valor de confesar vuestra procedencia ya sabéis de qué hablo.  

Pero el óxido de Ripo solo es la parte visible de un óxido mucho más dañino. Invisible y molecular, el óxido lleva años carcomiendo las conciencias de nuestros vecinos. El sentimiento crítico, el compromiso social y político, están cubiertos por la herrumbre como los goznes de una puerta que hace años que no se abre. El óxido mental de los castellonenses ha permitido la perpetuación de políticos encausados en juicios interminables y de partidos políticos tan intimamente ligados a los intereses empresariales que era complicado definir donde terminaba el partido y comenzaba la empresa. El óxido de quien recibe su parte y no quiere mirar más allá. El óxido de quien deja hacer porque lo público no es de nadie. El óxido de quien sabe lo que pasa y calla esperando su turno, porque todos tenemos un sardina a la que acercar una buena ascua. El óxido, en definitiva, de una sociedad acomodada que vivía sus años de nuevo rico a todo trapo sobre un yate hecho de barro. "Todo el mundo roba; para que roben aquellos que roben los nuestros" es una frase cubierta de óxido moral que ha campado por toda la provincia desde hace lustros. Si queremos hablar de óxido, no miremos a la estatua de Ripollés, miremos hacia dentro, hacia nuestra conciencia, donde de una u otra forma seguro que se ha instalado algo de herrumbre. 

Y después de meternos caña a nosotros mismos, a los votantes, supongo que habrá que mirar el óxido que cubre los partidos políticos de la oposición. Tres partidos que se muestran incapaces de trabajar conjuntamente para liderar el hartazgo y la indignación (en la vertiente local) y vencer al Partido Popular. Tres partidos que tienen la obligación de romper una puerta y abrir las ventanas para que la humedad y el olor a naftalina salgan de las instituciones. Tres partidos que no lo conseguirán nunca solos; y hasta que no se den cuenta no podremos quitarnos este maldito óxido de encima.


1 comentarios:

KKlein dijo... [Responder]

Así de cierto, así de triste y no veo el día en que empecemos a echar el 3 en 1 de la renovación y del querer salir de todo este óxido en el que estamos envueltos...

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