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rototown

jueves, 25 de agosto de 2011





Si hace poco apreció en el mapa un nuevo país, Burrania, ahora ha nacido un nuevo pueblecito: Rototown.

Rototown tiene playa pero no es un pueblo pesquero; en su playa de cantos rodados los habitantes descansan sus cuerpos bajo el sol o bailan bajo el agua de una manguera en una especie de fiesta hedonista en honor a ellos mismos. Las sombras están muy cotizadas pero al sol las cervezas y los mojitos llegan a tus manos como si nada. La playa de Rototown te enseña como era la vida antes del pecado original, pero sin el coñazo de ver solo la cara de Adán o Eva.

El centro del pueblo está en el interior, a los pies del Desierto de las Palmas. El letargo que impone el calor se combate con la actividad que aparece en las sombras. En este pueblo sabían que el sol aprieta y han procurado decenas de carpas de descanso y zonas verdes que cuidan como a un bebé de cuna. Durante el día se respira un aire sosegado de masajes, meditaciones y charlas. Hay una plaza del pueblo donde los habitantes escuchan a gente que sabe mucho y aceptan o rebaten sus opiniones. Me encantaría haber nacido en un pueblo donde sus gobernantes se preocupan de que sus habitantes estén educados, informados e interesados por el mundo que le rodea; justo al contrario que en mi ciudad donde los gobernantes quieren que vivamos siempre sin saber lo que ocurre y lo más grave, sin que nos interese saberlo.

Cuando el sol se esconde tras las montañas, ríos de personas que suben de la playa inundan las calles con sus caras felices dispuestos a coger energías para una larga noche. Allí no hay una comida típica sino que cocinan lo mejor de cada lugar: costillares a la brasas, sidra bien escanciada, shushi, pizzas (de escándalo), crepes, kebabs, cous-cous, thay food, ostras y ribeiro, comida africana y jamaicana… los nacionalismos se quedan fuera del pueblo, saben que lo mejor es la mezcla porque si cada uno aporta lo mejor de si mismo es imposible que el resultado sea malo.

Y aunque de día haya vida, como todo pueblo en fiestas, es la noche la que reina cubriendo cada rincón de música reggae. La ignorancia es el mejor motivo para querer aprender algo, no puede ser una razón para rechazarlo. Con el estómago lleno y un buen mojito cubano en la mano puedes dejarte arrastrar por los sonidos de Jimmy Cliff o Gentleman, para reconocer a músicos enormes que hacen vibrar a todo Rototown. Directos arrolladores llenos de energía contagiosa con ritmos que se meten dentro y no te abandonan aunque hayan cesado. La música reggae esconde talentos gigantes, Rototown nos los muestra.

Pero como todo paraíso, como toda utopía, a penas la tocamos se desvanece. Rototown está a punto de cerrar sus puertas, sus conciertos, su playa, sus charlas… a penas quedan 3 días. Por suerte para ser de Rototown no hace falta haber nacido allí, basta con ir: no piden carnets, ni afiliaciones, ni gustos musicales, ni edades concretas, ni colores de piel, ni longitudes de pelo, ni número de rastas… eso sí, se exige respeto para con el otro. Con eso puedes llegar a todas partes; ojalá eso pasara así también fuera de Rototown.

1 comentarios:

Anónimo dijo... [Responder]

No nos comamos tanto las pollas con el Rototom, no deja de ser un festival de un empresario llamado Filipo Giunta que vive en Torre Bellver y que paga a los trabajadores del Rototom en negro para ahorrarse hacienda porque tiene a los inspectores de trabajo comprados....eso si.....ANOTHER WORLD IS POSSIBLE !!!

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