La Historia sigue demostrando que hay que ser valientes y pedir imposibles, pues lo único que asegura no conseguirlos es el no moverse a por ellos. Pero de momento sólo hemos cambiado una cosa: nuestras conciencias. El resto, sigue igual que hace una semana.
Y ahora, ¿qué?
Hay muchas demandas recogidas en comunicados, manifiestos, webs… hay de todo tipo, tantas como personas implicadas en el movimiento: desde cambios constitucionales que tendrán un difícil respaldo a elementos tan obvios que cuesta comprender por qué los políticos siguen sin llevarlos a cabo.
De momento, todo lo que hemos conseguido (que no es poco) es darnos cuenta de nuestra fortaleza, desbordarles y robarles sus portadas en los periódicos. Portadas que no se merecían. Ellos confían en que el domingo nos abstengamos, votemos en blanco o que apenas votemos a partidos de modo significativo. Confían en que una vez pasadas las elecciones volvamos a casita resignados. Que todo siga igual. Pues va a ser que no. La bola de nieve ha empezado a rodar y ahora no la podemos parar ni nosotros mismos.
Como movimiento heterogéneo, sin cabezas visibles, popular y espontáneo, puede ser difícil que se llegue a acuerdos totales en las propuestas: no nos une tanto lo que queremos como lo que sabemos que no queremos. Pero si algo se está haciendo es debatir, y no hay mejor manera de llegar a compromisos y mejorar la sociedad que el debatir con respeto, libertad y entusiasmo.
No luchamos contra la política ni contra la democracia; lo hacemos contra el sistema de partidos que perpetúa el bipartidismo y favorece la corrupción y contra una democracia a la que le falta un hervor para cuajar. Pero para conseguir los cambios que queremos, son los mismos gobernantes los que deben introducir nuestras peticiones. Es un contrasentido, pero para cambiar el sistema, hemos de pasar por el sistema.
Si planteamos la prohibición de la existencia de listas electorales con imputados por corrupción es muy probable que lo acepten (la abrumadora mayoría del pueblo español lo apoyaría). Si nos vamos a temas como modificaciones constitucionales para implantar la república, será más difícil llevarlo a cabo, entre otras cosas porque hay puntos en los que (legítimamente) no nos ponemos de acuerdo ni nosotros mismos. Desde fuera nos exigen nuestras peticiones, definiciones, propuestas concretas… en 4 días, casi estamos aprendiéndonos los nombres de los que están sentados a nuestro lado, nos solicitan un programa electoral. Han de comprender que no funcionamos así, que estamos aprendiendo, que estamos debatiendo a la vez en 50 ciudades diferentes… Lo que está pasando es tan grande que comprendo que no lo comprendan. De todas formas, hemos de apuntar alto, muy alto… Ahora es el momento de apuntar donde duermen todos nuestros sueños. Ya veremos cuales cuajan y cuales no.
La regeneración de los partidos políticos es una necesidad imperiosa, se han quedado viejos en una semana. Ver un cartel electoral es como estar delante de un bisonte de Altamira. Pueden entenderlo, sumarse a la democracia2.0 y salir con dignidad de todo esto o, de lo contrario, simple y llanamente, les pasaremos por encima. Zapatero dice que nos escucha. Gracias, pero queremos hechos, no palabras: lo queremos todo y lo queremos ya.
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